jueves, 9 de enero de 2014

El Moncayo y las Pléyades


Hoy es jueves y el duende lleva días pensando en la nueva aventura que ha vivido recientemente.
Todo surgió en un viaje que realizó a los bosques del norte del país. Como a este duende no le gustan mucho las fiestas aprovechó un viaje a los bosques de Navarra, que son muy bonitos, y allí visitó a unos duendes amigos junto a su familia. Llevó varias botellas de vino de nueces que tanto gusta a los amigos de la comarca donde se cogen muchas olivicas y juntos compartieron conversaciones, risas,comida y bebida.
Hicieron una fogata y cuando se apagó estuvieron mirando las estrellas. Allí los duendes le explicaron a nuestro amigo las diferentes constelaciones que se pueden ver en el cielo. Vieron el carro también llamado Osa Mayor y como contando cinco veces dos estrellas del mismo (Merak y Dubhe ) se ve la estrella que indica el norte, la Estrella Polar,  importante para orientarse en la noche. Vieron Casiopea en forma de una uve doble. Pero lo que más le gustó fue reencontrarse con la constelación de las Pléyades. Es un pequeño grupo de siete estrellas muy juntas. También se les llama " los siete cabritillos". Aprendió como localizarlas en el cielo.
Recordó nuestro duende que en las noches de verano cuando iba con sus duendes amigos a ver estrellas fugaces y  hace  ya mucho tiempo podía ver las Pléyades a simple vista pero ya no las encontraba. Muchas noches las pasó mirando al cielo pero no las consiguió ver más..
Pero eso ya no es así. Ya sabe donde está la estrella que más brilla  y también este grupo hermoso de estrellas que pasa desapercibida al resto de los duendes. Es que son unas estrellas muy tímidas y no quieren destacar entre sus hermanas. El cielo está lleno de estrellas tan brillantes que la mirada se dirige siempre a ellas.
Pensó que algunas personas pueden ser como las Pléyades, pequeñas ante el brillo de sus compañeras pero en el fondo tiene una gran belleza en todos los sentidos. También pensó en que la mirada de la gente de la calle siempre se dirige hacia las estrellas más brillantes y no perciben otras estrellas con mucha más hermosura.
También reflexionó sobre las Pleyades. Son siete hermanas pero no se puede cerrar el círculo a solamente esas siete. Seguramente habrá alguna más en medio y siempre encontrará más estrellas brillando alrededor que deseará conocer. Solamente hay que alejar la vista del cielo e intentar verlo como un conjunto de brillos disfrutando de la belleza del tapiz que nos ofrece.
¿Qué ocurriría si alguna fuerza sobrenatural impidiera a una de estas siete estrellas contemplar el resto del firmamento? ¿Sería justo que no pudieran conocer tanta belleza pero sin dejar de pertenecer a ese círculo?
En el equilibrio de todas las estrellas que forman un puzzle infinito está la respuesta.

Nuestro duende bebió un vaso más de licor de nueces y mientras miraba al cielo una estrella fugaz atravesó el firmamento reluciente. Después de su paso contempló las Pléyades y ya no las perderá jamás. Mientras tanto el polvo azul de las hadas se desparramó a su alrededor y se durmió soñando con las Pléyades.


POEMA A LAS ESTRELLAS

Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.
Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.
De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.
¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?
Pedro Calderón de la Barca

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