lunes, 1 de junio de 2015

El duende Santi del Moncayo




Estos duendes no saben qué hacer para sorprender a sus duendes más amigos.
En las fechas señaladas de los duendes del Moncayo está el día en que cumplen 500 años.
Algunos no llegan hasta allí y pueden quedarse en 280 años.  Desparecen como la niebla pero su recuerdo siempre permanece vivo en la mente de sus amigos. Al ser un día tan señalado cuando cumplen sus 500 años sus amigos duendes llegan de todos lugares para darle una gran fiesta en el bosque donde además le acompañarán sus familiares más cercanos.

Esta historia es de hace mucho tiempo.
Una vez hace muchos años vino un duende de la capital del reino, Zaragoza, a vivir a la localidad de Tarazona, muy próxima al Moncayo. Ya tenía alguna relación con el lugar pues disfrutaba visitando un pueblo de la comarca. Desde allí ascendió por primera vez a la cumbre del Moncayo. En ese lugar conoció el momento en el que una  mirada basta y no se necesitan las palabras entre dos personas y sintió el calor y la suavidad de dos manos que se unen caminando bajo las estrellas.
Buscaba nuevas oportunidades y grandes eran las ilusiones que le movían a tomar esa decisión lejos de sus allegados.
En su llegada a la ciudad del Queiles se encontró con una pareja de duendes que lo acogieron como si lo conocieran de siempre. Los duendes son así cuando se ven. Alguno pese a su origen diferente pensó que eran hermanos pues las orejas y las narices de los duendes son grandes y parecidas.
Un día se dieron cuenta que se habían hecho amigos y compartieron grandes momentos. Cenas y comidas y momentos de alegría. Canciones y mucha música. También le enseño un mural en lo alto de la localidad que pintó con motivo de una bomba atómica que arrojaron "los humanos" en Japón. Aún pueden verse algunos trazos a pesar del tiempo transcurrido.
Le ayudaron a arreglar la vivienda que se había buscado y siguieron comiendo y cenando pero siempre la música les acompañaba a veces en lugares de reunión, bares, y otras ocasiones en sus casas.
Se hacían compañía en los viajes a la capital y siguieron siendo muy amigos.
Pero un triste día uno de ellos se marchó pero no se fue. Se quedó en sus retinas.
Y ayer rebuscando en viejas fotografías apareció de nuevo pues no se marchó.
Y pasa el tiempo y se realizan nuevos proyectos de vida con el recuerdo de los árboles que hemos visto al caminar por las sendas mecidos por el viento del Moncayo.
Y mientras unas pequeñas lágrimas brotaban de sus ojos al ver las imágenes del recuerdo confirmó lo firme que se había construido esa amistad que nadie ni nada pueden destruir porque cuando se encuentran las personas y dan todo lo que sale de ellos a otros reciben el regalo de viento que siempre regresa.
Y mientras tanto Freddie Mercury cantaba una canción y Brian May rasgaba las cuerdas de una guitarra y se veía una foto del grupo Queen,
Gracias amigo.






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